miércoles, 16 de enero de 2008

Un viaje

Un paisaje oscuro, lleno de árboles decadentes, melancólicos y expectantes… Pero a la vez hermosos, llenos de poesía. Caminé por un terreno húmedo, viscoso que se hundía. Mis pasos eran lentos pero llenos de inspiración. Hacía frío, salía humo de mis labios, la niebla cubría todo el ambiente. Me sentía intrigado ante tanta naturaleza inerte. Era de noche y la luna brillaba, como rezagada y oculta, triste ante la lejanía y la distancia que existía entre ella y yo.

Luego caminé por una calle de piedras. El suelo era duro y mis pies sentían la rudeza de las rocas. Entré a un pasillo, había una ventana, con cortinas que la cubrían, evitando que pasara algún rayo de sol. El ambiente era de tarde. Quité las cortinas, abrí la ventana y divisé la maravillosa obra metálica, ícono de la bohemia y el romance: la torre Eiffel.

Subí y vi Paris, era hermoso. Después, me puse un abrigo de piel, celebrando la crudeza de la naturaleza, en donde de forma justa, unos mueren para preservar la vida de quienes los devoran. Caminé y caminé, me acompañaba el humo de un cigarrillo. Me sentí en paz, maravillado, lleno por dentro de una energía que podía exhalar con cada suspiro.

Me senté en una silla, vi que era de noche. De un solo golpe me trasladé a Roma, la ciudad me absorbió, con su encanto. Me levanté, miré al cielo y me elevé. Volé por encima de la ciudad. El viento y yo nos hicimos inseparables. Estaba vestido de negro. Maravillado, decidí convertirme en ave, extendí mis alas y fui pleno. Cantaba lleno de regocijo. Recorrí muchas ciudades, volé, volé.

De pronto estaba en Madrid. Todos hablaban mi lengüa: el sensual español. Podía pronunciar cada palabra de forma cremosa. Como dulce salían las palabras de mi boca. Se iban por el viento. Ya era humano otra vez. Estaba cansado de tanto volar. Entonces, comprendí que me sentía solo y comencé a extrañar mi hogar. La lejanía me hacia comprender el mundo, la vida y mi destino de forma clara.

Pero decidí volver. En aquel momento resolví irme a la costa. Puse mis pies en la arena y poco a poco comenzaron mis manos a transformarse en pinzas. Mis piernas en patas y mi cuerpo en un caparazón. Y caminaba hacia atrás, sin poder decidirme en mis acciones. Era un cangrejo que no encontraba su hogar. Hasta que me di cuenta de que el hogar está con el ser amado.

Comprendí que puedo escapar pero mi corazón siempre seguirá buscando. Tanto extrañe mi hogar que me metí al mar. Mi cuerpo comenzó a producir escamas. De pronto, el aire me era repulsivo. Metí la cabeza dentro del agua y pude ver los peces. Nadé por el océano, largas y largas distancias, luchando contra las mareas. Me sentía como Ulises tratando de regresar a su tierra.

Me sentí triste porque mi esfuerzo se hizo muy grande. Recordaba todo lo que estaba abandonando pero no miré hacia atrás y seguí nadando. Pasé un mes en el viaje. Hasta que saqué la cabeza del agua para tomar oxígeno. Me di cuenta de que habían aves sobrevolando una montaña. Era la costa. Había llegado al otro lado del océano. Mi corazón se aceleró de emoción, había llegado a mi patria.

Puse mi torso sobre la arena y desaparecieron las escamas. Mi cuerpo se secó y tomé fuerzas para continuar. Lleno de sal, busqué un río para limpiar mi cuerpo. Luego de estar limpio, aparecieron ante mis manos mis prendas de vestir favoritas. Mi ropa era de colores, como mi ánimo en ese momento. Llegué a un poblado. Las personas parecían ser felices, pero estaban hipnotizadas. Hablaban pero no razonaban. Luego comprendí que el lugar estaba lleno de hambre, pero las personas no se daban cuenta.

Sin embargo, era mi hogar y quise volver. Me detuve en una ciudad, donde el humo oscuro tapaba los cielos. Era mi ciudad. Recorrí el camino hasta mi casa. Abrí la puerta y nadie pareció reconocerme. Entré a mi habitación, tan agradable su ambiente. Divisé mi cama y me recosté en ella. Estaba algo fría porque sentía mi ausencia.

Coloqué mi cabeza en mi almohada, entonces cerré los ojos y comencé a soñar. En el sueño me desperté intrigado, por el sonido de un despertador. Vi una computadora, me senté al frente y lleno de inspiración, comencé a escribir un cuento. Un cuento que hasta ahora no sé cómo terminar. Comprendí que realmente vivo cuando sueño. Y sé que cuando estoy despierto, en realidad estoy soñando porque mi vida comienza cuando cierro los ojos y empiezo a dormir.

1 comentario:

Georges dijo...

Excelente esta historia my brother...tienes una excelente pluma, para transmitir sensaciones intensas sobre esos lugares tan espectaculares.